Episodio 60. Problemas de diseñadores: la mentalidad

Los diseñadores nos solemos quejar del sector, de sus precios bajos, de los clientes tóxicos… pero la peor amenaza para nuestro pequeño negocio creativo es nuestra propia mente y las emociones que genera. Son esas emociones las que producen tantos problemas, desde no atreverse a cobrar el precio justo hasta perjudicar nuestra visibilidad.

En este episodio, te voy a contar los típicos obstáculos que nos crea la mente y cómo lidiar con ellos. 


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Si eres más de leer que de escuchar…

¡Hola! Estás escuchando el Episodio 60 del podcast Happy Designer. Soy Noe, diseñadora gráfica y fundadora de Lunes School, mi escuela para diseñadores freelance donde aprendemos todo lo que no nos enseñaron en las formaciones de diseño. He creado este podcast para compartir el backstage de mi estudio de branding Lunes Design, cómo me organizo y qué hago para que este negocio me aporte libertad financiera y creativa... Sin que esto signifique trabajar más horas.

Quiero empezar una pequeña serie de episodios tratando de los problemas más comunes que nos encontramos siendo diseñadores gráficos. Y no creas que digo que son comunes porque los he vivido en primera persona, no. Esos problemas son los que me encuentro más a menudo entre los diseñadores gráficos freelance que acompaño en mis mentorías o en el curso Branding Flow

De hecho, hoy vamos a hablar de un tema que salió en el curso y son los problemas de mentalidad. 

Siempre lo digo, nos quejamos del sector, de sus precios bajos, de los clientes tóxicos… pero la peor amenaza para nuestro pequeño negocio creativo es nuestra propia mente y las emociones que genera. Son esas emociones las que producen tantos problemas, desde no atreverse a cobrar el precio justo a perjudicar nuestra visibilidad o la relación con nuestros clientes.

En este episodio, te voy a contar los típicos obstáculos que nos crea la mente y cómo lidiar con ello. 

El primero es famosillo: el síndrome del impostor. 

Cómo se siente: No te sientes del todo a la altura. Te comparas con otros profesionales y no estás en el punto que te gustaría. Puede que te sientas siempre como si alguien fuese a descubrir que no eres tan buen diseñador como deberías, en plan, a ver si alguien se entera que soy un desastre. De hecho puede ser que sientas este síndrome no tanto respecto a tu nivel en diseño, sino con tus capacidades a la hora de tener negocio propio. ¿Te suena?

Yo creo que esto viene mucho de no ver lo que hacen los demás diseñadores y cómo. Solo vemos sus proyectos acabados, sus portfolios pulidos, les vemos comunicar en Insta día sí y día también. Entonces tenemos la sensación de que lo hacen mejor que nosotros. 

No vemos si van de culo, si este diseño maravilloso ha costado 10 rondas de revisiones, si acabaron llorando en algún punto o si ya tuvieron problemas Hacienda por no llevar las cuentas bien y presentar los modelos trimestrales a tiempo. 

Y esto, ¿qué provoca? (aparte de bastante malestar). Pues provoca que, a lo mejor, no pongamos los precios justos a nuestros servicios, que quitemos 100 € al presupuesto justo antes de mandarlo porque no nos valoramos. Es probable que esta inseguridad la note el cliente, y por eso le cueste confiar en tu criterio cuando mandas una propuesta de diseño - esto es algo alucinante, pero te prometo que lo he vivido en primera persona, si presentas un diseño habiendo actuado de forma confiada y experta desde el primer minuto con tu cliente, es mucho más probable que te acepte la propuesta y no te pida revisiones. 

En mi curso de branding para diseñadores es algo que trabajamos en profundidad en el primer módulo y los alumnos siempre flipan cuando entienden esta parte, y aún más cuando la ponen en práctica.
Así que analiza si es algo que te pasa, ese síndrome del impostor. Y dale la vuelta. 

No eres más desastre que cualquier otro diseñador gráfico, te lo aseguro, y tus conocimientos en diseño son mayores a los de tu cliente - al fin y al cabo es lo único que se te pide. 

El segundo problema de mentalidad que nos ocurre a menudo es el deseo permanente de caer bien a la gente. 

Mira, por ejemplo cuando mandamos un presu y el cliente potencial no contesta, sabemos que podríamos mandar un email para insistir y pedir respuesta pero… No queremos molestarle. Lo mismo si un cliente no nos da su feedback sobre una propuesta de diseño, no insistimos para no resultar pesados.

Y esto muchas veces también pasa cuando es momento de pasar la factura al cliente.  Oooh, ¿qué va a pensar de nosotros, si le pedimos pagarnos? ¡Estamos locos!

Exagero un poco, por supuesto, pero ya sabes que esto pasa. 

Y bueno, el síntoma más común de esto es ponernos totalmente al servicio del cliente, apuntando sus deseos en una libreta y tratando de cumplir con ello en el diseño - y los plazos y el proceso de trabajo, ya que estamos. 

Puede parecer que es lo que se espera de nosotros, pero no es así. Debemos entregar un diseño que ayude al cliente a cumplir sus objetivos y debemos hacerlo en el plazo y condiciones adecuadas para entregar algo excelente. Y esto no siempre corresponde con lo que pide el cliente.

De hecho, si dejas completamente al cliente decidir de cómo será su diseño, es probable que acabes entregando un diseño estético, pero nada estratégico. Y bueno, estético si tienes suerte, porque ya sabemos que de esta manera acabamos con proyectos que no son dignos de mostrar en nuestro portfolio. 

Y claro, básicamente estás dejando el cliente convertirse en tu jefe, y te recuerdo que es tu negocio, que marcas tú los precios y las condiciones, que debes vender tus servicios y por lo tanto insistir. También deberías apostar por un estilo y un servicio que NO gusta a todos, por lo que caer mal a determinadas personas... es no sólo inevitable pero casi recomendable. 

Bueno, ¿y de dónde viene esto de querer ser tan buena persona?

A ver, tiene una explicación sencilla, es una de estas cosas, como muchos temas de mentalidad, que nos viene de milenarios de evolución. Caer bien a la gente era, en la época de nuestros antepasados, una cuestión de supervivencia. Para sobrevivir no podías ir por tu cuenta, necesitabas el apoyo de la tribu. Y para estar incluido en la tribu, necesitas… No ser totalmente repelente, básicamente, y de ser posible resultar útil, caer bien. 

Hoy en día, sigue siendo importante este skill pero en el ámbito profesional tampoco es el objetivo. El objetivo principal es ser un buen profesional y luego caer bien, sí, si se puede y no compite con el objetivo principal. 

Y muchas veces, como decía, el hecho de intentar siempre caer bien no te ayuda a ser buen profesional, sino todo lo contrario. 

Así que, si es algo que te pasa, cambia el chip. No se trata de empezar a ser borde, claro, sino de empezar a cuidar tu autoestima y tu negocio primero, siempre. Es una cuestión de tener tus prioridades muy claras y no sacrificarlas para complacer a un cliente o cliente potencial. Te garantizo que este miedo a caer mal suele ser distorsionado, y que nadie se ofende cuando pones límites, insistes con un email o una factura. 

El último obstáculo mental que nos complica la vida es la autoexigencia. Ese es un tema que vino a tratar el mentor en creatividad David Cabús en una masterclass del programa Branding Flow y fue un momentazo porque todos los alumnos y yo misma nos sentimos identificados un montón - si no conoces a david te recomiendo mucho seguirle en Insta. 

La autoexigencia se traduce de diferentes maneras pero tiene mucho que ver con el hecho de nunca sentirse satisfecho con uno mismo porque podríamos haber hecho más y mejor. Podríamos haber trabajado más horas, podríamos haber trabajado más enfocados, haber tachado más cosas en la lista de tareas y haber aparecido en Instagram… También tiene que ver con nuestros diseños, si siempre perseguimos la perfección y no la alcanzamos. 

Esto, en mi opinión, viene mucho de la cultura del esfuerzo e incluso del sobreesfuerzo que se lleva en el mundo laboral y en especial en el mundillo del emprendimiento. 

Una rápida búsqueda en Pinterest y me salen frases motivadoras como 

“Las excusas no se depositan en la cuenta bancaria”

“Prefiero esforzarme las 24h del día que ser esclavo de las 9 a las 5h”

“Da igual como te sientes, levántate, esfuérzate y nunca abandones”

Y cosas de esas que me parecen super dañinas - escritas con la mejor intención del mundo, si, pero tóxicas. 

La autoexigencia permanente lleva al burnout. Lleva a perder la salud mental y física, estropea otras áreas de tu vida y, si esto no te importa, hace que acabes disgustado de lo que inicialmente te hacia tanta ilusión: dedicarte al diseño gráfico por cuenta propia. 

Está bien tener disciplina, intentar mejorar pero jope, pongamos las cosas en perspectiva un poco. Estamos tratando de pagar nuestras facturas haciendo algo que nos gusta, algo que es guay eh, el diseño gráfico - pero tampoco es algo que sea cuestión de vida o muerte. Si llegamos a más, a tener un estudio super exitoso, a conseguir premios de diseño o lo que sea, si, puede ser chulo, pero al fin y al cabo solo se trata de llegar a cobrar y disfrutar, y nadie se muere si no entregamos un diseño mega excelente, si hoy no hicimos gran cosa o si el negocio no crece lo más rápido posible.

Así que relájate un poco y usa la exigencia con cabeza, en determinados momentos o proyectos, pero que no sea tu modo de vivir por defecto. 

A mi me va genial definir cada temporada el proyecto estrella del momento, y  cada día una tarea prioritaria. Con que me esfuerce en este proyecto y cada día cumplo con esta única tarea prioritaria me considero satisfecha conmigo misma. Y no me exijo más. Y por cierto el día que no cumple, me va bien recordar que soy humana, que el diseño gráfico me mola pero no salva vidas, así que… me relajo.


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