Temporada 3 - Episodio 3: Tu agenda y tus emociones: planificación inteligente con Noe Gil

¿Te cuesta seguir una planificación rígida y sientes que tus emociones afectan tu productividad? En el nuevo episodio de Happy Designer, Noe Gill nos enseña a sincronizar nuestra agenda con nuestras emociones.

Por si no lo sabes (¡lo dudo!) Noe Gil es formadora en planificación y productividad y la creadora del Club de Dispersos. Se la conoce por su tienda Made with Lof (que fue primero una tienda online y luego tuvó local físico). Por si fuera poco, también es asesora de marketing digital en Melon Blanc.

Hablamos sobre autoconocimiento y planificación flexible para mantenernos motivadas y en alta vibración. 

Porque la planificación no se trata solo de apuntar tareas, sino de adaptarse a nuestros cambios emocionales para evitar la frustración y la culpa.

Suena bien, ¿verdad? Pues dale al play para descubrir cómo crear una agenda que respete tus ciclos emocionales y te ayude a alcanzar tus objetivos.


Suscríbete al primer podcast para diseñadores gráficos freelance:

 
 

Kits de plantillas

para diseñadores gráficos

Puedes conseguir hoy mismo todas mis plantillas, las mismas que uso yo, ahorrarte un montón de tiempo, y quedar como un verdadero profesional.


Si prefieres leerlo…

Hola, te doy la bienvenida a este nuevo episodio de Happy Designer.
Soy Noe, soy diseñadora gráfica y la fundadora de la plataforma online Lunes School, en la cual te enseño, pues, todo lo que no nos enseñan en las formaciones de diseño: básicamente, finanzas, marketing, gestión de proyectos con los clientes, etcétera, etcétera. Todo lo que te ayudará a conseguir tu libertad a la hora de crear y liderar el estudio de tus sueños.

Hoy te traigo una invitada que, si no la conoces —que lo dudo—, te va a caer súper bien, porque, primero, compartimos nombre, o parte del nombre: se llama Noe. Y, además, es una creativa nata, una obsesionada de la planificación... bueno, una flipada, según sus propias palabras, y una dispersa, pero en el sentido muy positivo. Ya lo verás.

Vamos a hablar de planificación y del mayor obstáculo que te encuentras cuando planificas. Y no, no es una limitación de Google Calendar o algo que una app no te permita hacer. Ya verás.

Empezamos ahora.

—Hola Noe, bienvenida a Happy Designer.
—¡Hola Noe! Sí, esto es un podcast de Noes. Igual es un nuevo concepto que debo lanzar... Me encanta.

—Bueno, pues gracias por aceptar esta invitación. Estábamos hablando ahora de que yo te conocí en persona… Bueno, te sigo desde hace mucho tiempo en redes, como mucha gente, eso está claro. Pero es verdad que tuve la oportunidad de conocerte en persona en Sevilla, en el evento de Lucía Jiménez Vida, en el cual tú hiciste una ponencia.

Y yo me escaqueé un poco, así que bueno… Ahora vamos a arreglarlo, a conocernos un poquito más, charlando sobre un tema que, bueno, a ti te flipa —según tus propias palabras— y a mí me encanta también: la planificación.

Amigos, que no es la primera vez que trato el tema, pero ahora vamos con una experta.

—Sí, bueno... “experta”... Vamos a dejarlo en que experimento un montón.

Hace unos años, la palabra “experta” me daba como pánico. Era como: “No, yo no puedo etiquetarme como experta”. Pero hace poco busqué exactamente el significado de “experta” en el diccionario, para reconciliarme con esa palabra, y ponía que simplemente es una persona que experimenta.

Ah, o sea... No es que se convierta en una eminencia o en alguien perfecto. Es que experimenta.

Y eso sí que me lo reconozco, porque realmente ese “flipamiento” que tengo con la planificación viene desde mi propia experiencia. Estoy siempre tan desordenada, tan caótica, tan dispersa y demás, que necesito utilizar estas herramientas en mi día a día y... ¡inventarme cosas! Para motivarme, para alcanzar objetivos y demás.

Entonces se convierte como en una pequeña obsesión. Y experimento mucho con ello. Así que es la primera vez que voy a reconocer que... que estoy cómoda con la palabra "experta". Me encanta que se haga esto en este podcast y que los oyentes sean testigos de ello.

—¡Sí! Porque nunca antes lo habías dicho. Genial. Pues oye, yo tiro también mucho de diccionario para aclararme mentalmente, y me encanta que lo hayas hecho. No sabía que “experta” significaba eso, pero vamos, si la planificación es tu misión vital y sigues experimentando continuamente con ello... Te declaro experta. Estoy de acuerdo.

—(Ríe)
—Bueno, explícanos un poquito a qué te dedicas. Porque tiene sus cosas, ¿no? Tiene lo suyo resumirlo, al menos...

—De hecho, en el evento donde me conociste —en el de Lucía Jiménez Vida— me subí al escenario diciendo que no sabía muy bien en este momento quién era. Que siempre… bueno, que ahora mismo, cuando alguien me pregunta “¿quién soy?”, me quedo así como bloqueada.

Porque soy muchas personas a la vez: soy multipasionada, multifacética, me gustan muchos temas, y etiquetarme con una sola palabra me da un poco de angustia.

Pero si tuviera que elegir una palabra sería: mentora. Y formadora.

Yo todo lo que aprendo en estos últimos... pues desde 2009 —eso son 15 años, ¿no?— en estos últimos 15 años emprendiendo en el mundo digital —que empecé con una tienda online, luego con una tienda física en Sevilla, esa primera empresa la vendí— y luego me convertí en mentora de emprendedores digitales.

Y me especialicé más en planificación, en estrategia y demás, porque soy publicista.

Y nada, ahora estoy centrada en las formaciones online que tengo, que son Ten un plan y el Club de Dispersos, que es mi membresía.

Donde me permito, todas las semanas desde el año pasado, jugar a crear lecciones super dispares, dispersas, con temáticas muy diferentes, trayendo también a expertos en ámbitos donde las emprendedoras normalmente no se meterían, o no saben que lo necesitan.

Este tipo de cosas como... yo qué sé: desde astrología hasta cosas de desarrollo personal, pasando por marketing, estrategia, planificación o recursos, aplicaciones…

Todo aquello que yo aprendo, o que a mí me ha servido en mi día a día y que me hace ser mejor persona y mejor empresaria, lo comparto ahí en el Club de Dispersos, en lecciones así como super concisas.

Y mola un montón.

—¡Pues sí! Yo he escuchado maravillas de este club. Que a veces no me apunto a todo porque ya sabemos que luego no hacemos nada… pero muy inteligente, sí. Esa es mi forma de planificarme y simplificarme la vida.

Pero desde luego, tu Club de Dispersos... Estuve en la página de ventas unas cuantas veces. Me parece maravillosa esta evolución.

Y, hombre, me encantaría también que me dijeras un poco cómo ha sido esto. Si tú antes has trabajado por cuenta ajena antes de emprender, si ha sido un salto de fe o un proceso muy poquito a poco…

—Vale. Fue, más que nada, una necesidad.

Porque yo salí de la carrera… imagínate, salí con 22 o 23 años, y estábamos en plena crisis. Yo había estudiado Publicidad y Relaciones Públicas, empecé trabajando porque —mira— yo nunca he destacado a nivel académico. O sea, no tenía notas de matrícula de honor ni nada de eso.

Pero actitud no me gana nadie. Siempre he sido súper proactiva.

Y una de mis profesoras me metió en Coca-Cola a trabajar cuando salí de la carrera. Entonces, realmente, era un contrato en prácticas, fueron seis meses, donde yo era la persona que enseñaba la fábrica de Coca-Cola.

—O sea, ¿la fórmula de la Coca-Cola la sabes?
—(Ríe) No, no la tenía. Yo explicaba la historia, les ponía un vídeo, luego los metía en la fábrica, les explicaba todo el proceso de embotellamiento, de cómo se hacían las botellas y demás.

Y además era súper divertido, porque eran desde niños pequeñitos —muy pequeñitos— hasta directivos, equipos de fútbol, asociaciones...

Entonces tenías que cambiar el registro todo el rato. Aunque explicaras siempre lo mismo, tenías que adaptar tu mensaje a esas personas que estaban ahí, a la atención que tenían.

Y la verdad es que me tiré a la piscina y acepté ese trabajo porque, claro, era Coca-Cola. Mi ego me dijo: “Hombre, te han elegido, tú vas a ir ahí, tal y cual...”. Pero lo pasé fatal las primeras semanas.

Porque significaba exponerme. Ponerme delante de una sala —que era como una sala de cine— todos los días, a casi 200 personas, porque iban rotando los grupos.

Y era el micrófono, explicarlo todo ahí, gestionar un grupo que a veces te prestaban atención y a veces no... O sea, fue un aprendizaje brutal.

Adelgace mucho, de los nervios que tenía en la barriga.
—¡Hombre, sí! (Ríe)

Y luego, más tarde, el director de Coca-Cola me metió en una agencia de comunicación. Esos fueron mis únicos dos trabajos así oficiales después de la carrera. Por cuenta ajena.

Pero increíbles. Porque luego cerró la agencia y estábamos en plena crisis. O sea, todas las agencias de comunicación estaban cerrando. Y yo había estudiado Publicidad y Relaciones Públicas, y no iba a encontrar trabajo de nada.

Y tenía un blog con mi hermana, en Blogger. En aquella época nadie leía, o sea, solo nos leía mi madre. Quiero que la gente se sitúe: esto era como primero de primaria de Blogger. Ni siquiera era el boom de los blogs.

Éramos cuatro: Mr. Wonderful, Macarena Gea, Made With Lof (que éramos nosotros)... y teníamos como una pequeña comunidad.

Yo y mi hermana también estábamos en redes sociales, como Instagram o Facebook, y compartíamos de todo: cosas de arquitectura, diseño, manualidades, arte...

Era como el lugar donde podíamos experimentar y hacer lo que nos diera la gana. Donde nadie nos iba a decir si eso lo podíamos publicar o no. Era como un tablón de inspiración para nosotras.

Y fue cogiendo ritmo y comunidad y demás. Hasta tal punto —y esto puede resultar absurdo— que decidí, creo que con unos 500 seguidores o algo así en Facebook, dije:

“Hombre, si aquí alguien de esta gente nos compra, es que son un montón de personas”.

Y probé a montar una tienda online. Porque no tenía nada que perder. Miré unos vídeos en YouTube. Había unas plataformas que se llamaban Big Cartel, que te dejaban subir hasta 25 productos por 9,99 € al mes.

Y dije: “Bueno, pues nada. Pagamos eso y vamos a ver si alguien compra”.

Y esos fueron los inicios de Made With Lof, la primera tienda online.

—La verdad que luego se hizo una gran empresa.
—Sí, sí. Yo recuerdo esa época también. O sea, supongo que te conocí en Blogger, ahora que lo dices. Porque yo también estaba metida en esa plataforma.

¡Vamos! Sonamos ahora un poco dinosaurios de internet... con experiencia.
Pero creo que te conocí en ese momento.

Entonces, sí que ha sido un salto de fe. O sea, ha sido tirarte a la piscina.

—Sí... y no.

O sea, si lo analizo un poco, en realidad no era tanto. No tenía nada que perder.
No era un salto de fe porque no estaba abandonando nada.

Y estaba diciendo: “Me lo estoy pasando bien. Estoy divirtiéndome. Me encanta experimentar. Me encanta entrar en YouTube…” —y me pasa a día de hoy todavía— “Me encanta aprender cosas nuevas, herramientas, aplicaciones, y probar si funcionan o no.”

Y me lo tomé como un juego. Sin querer, había montado una empresa. Y no había sido muy consciente, porque era nuestro hobby.

Nos lo estábamos pasando —mi hermana y yo— nos lo estábamos pasando divinamente.

Y luego tuve —y esto siempre lo tengo que contar— muchísimo apoyo.
Porque estas cosas hay que decirlas, y me da coraje cuando no se cuentan.

Tuve muchísimo apoyo de mi pareja. Tanto a nivel de confianza como a nivel económico.

Él dijo: “Oye, que yo te ayudo. Que esto tiene sentido.”
Y claro, él es empresario también. Así que tenía todo a favor para poder convertir eso en algo monetizable gracias al apoyo que tenía a mi alrededor.

Que sé que muchas personas no lo tienen.

—Sí, está bien contextualizar un poco. ¿En qué momento y por qué dimos estos pasos?
Y cuál fue, no la única razón, pero sí una parte del éxito. Porque hay muchos factores que influyen.

Hombre, el mérito es tuyo, 100 %, a mí me lo parece.
Pero es cierto que tener esta red y este apoyo… no podemos obviar que es importante.

—Desde luego. Total.

—Entonces, cuando escucho lo que me cuentas, vale… Bueno, ¿dónde te ha llevado todo esto, no?

Ahora es muy interesante verlo. Y haces muchas cosas: estás en este Club de Dispersos, tienes tiempo para investigar, aprender, descubrir cosas nuevas… Sé que eres mamá también, que es una parte importante de este recorrido.

Vale. ¿Cuál es el secreto? Ahora es el momento de lanzar la palabra: planificación. ¿O hay otra cosa que debamos contar antes?

—Pues creo que antes de la planificación —que como es el secreto número dos— está el autoconocimiento.

Para mí, toda la diversión… (bueno, digo diversión ahora; me llegas a preguntar hace dos semanas y te digo “toda la frustración”)… es el autoconocimiento.

Para mí, el desarrollo personal y profesional, y el estar continuamente siendo consciente de que soy súper cíclica…

De que ahora estoy aquí arriba y, de repente, estoy aquí abajo. De que ahora tengo ganas y me como el mundo, y dos semanas más tarde me quiero morir. No quiero hablar con nadie. O estoy dramática total.

Eso es lo que me permite jugar con un maletín enorme de recursos, donde dentro está la parte de la planificación, que yo voy utilizando según cómo me encuentre en cada momento.

Y te he dicho lo de hace dos semanas porque —y además coincide con cuando me subí al escenario en el evento— dije:

“Ahora mismo no sé quién soy. No sé qué quiero hacer. No sé nada. Y soy la reina de la planificación, o la experta en planificación, aquí montada en el escenario que me han invitado como eso… ¡y estoy rota!”

Yo explicaba: “Estoy rota”.

Bueno, pues a partir de ese autoconocimiento primero, y luego teniendo esos recursos de “venga, ¿cómo levanto de nuevo mi vibración?”, “¿cómo me puedo volver a motivar?”, “¿cómo puedo mantener esa estrategia y esos objetivos de comunicación, de ventas?”...

Porque es que hemos venido a facturar, no a jugar a las casitas, ¿eh?

Y entonces modularme ahí… ese es el secreto: autoconocimiento y planificación.

Y la planificación, súper flexible.
O sea, yo no entiendo la planificación como algo que tú apuntas, no sé qué, no sé cuánto...

Porque si no, conecto directamente con la frustración, con la culpa, con una serie de emociones que me hacen mal.

—Sí, me encanta que lo pongamos en su orden lógico, ¿no?

Primero el autoconocimiento, las emociones, y luego, uno de los recursos, la planificación.

Porque muchas veces —yo a ver, ayudo a diseñadores freelance a poner un poco de orden en su negocio normalmente— y claro, el primer punto de dolor, digamos, es la falta de tiempo, la falta de organización...

Porque el creativo —y ahora hablaremos de tu punto de vista sobre ello— se ve como una persona caótica, que necesita fluir, etcétera, etcétera.

Y entonces piensa que, con orden y planificación, se va a solucionar.

Y sí, es una herramienta para eso… pero también puede hacer más daño.

—Exacto.

La planificación… muchas de las personas que me vienen —he tenido miles de alumnos a lo largo de este tiempo— se pensaban que la planificación era la varita mágica para solucionar ese problema, ese bloqueo.

Ya lo dije el otro día, precisamente en el evento:

“Planificar es lo sencillo.”

Planificar sabemos todos. Un papel, poner una fecha, comprometerte con esa fecha, apuntar los pasitos…

Y si no los quieres apuntar tú, lo buscas en Google. O le pides a Fulanito, que ya ha pasado por ese proceso, que te chive los pasos que tienes que dar.

Ponértelo… eso es lo sencillo.

Se supone que si todos supiéramos hacer eso, que es superfácil, todos seríamos unas máquinas.

Solo necesitamos claridad mental para saber qué objetivos elegir y qué pasos dar.

Pero… no.

Lo complicado, lo que no nos permite avanzar, son todas esas emociones que tenemos que transitar en cada uno de los pasitos que nos van a llevar a ese objetivo.

Ese desarrollo profesional, personal, toda esa evolución emocional que tenemos que hacer.

Porque yo soy la primera que muchas veces tengo deseos, tengo objetivos que… sí, que me sé los pasos.

Pero me pregunto: “¿Por qué no soy capaz?”, “¿por qué lo estoy procrastinando?”, “¿por qué me bloqueo tantísimo con esto?”, “¿por qué lo estoy haciendo desde la desgana absoluta?”, “¿por qué estoy acojonada?”

Y esa, para mí, es la parte importante a la que tenemos que poner atención.

—Sí, totalmente. Efectivamente.

Tener las tareas en el calendario y poner tiempos… O sea, evidentemente puedes equivocarte, entre comillas, con los tiempos.

Un 20 % de las razones por las cuales falla mi planificación es por eso: por equivocarme en el orden de los pasos, porque interfiere otra cosa…

Pero el 80 %, lo tengo clarísimo, son mis emociones.

Y algo que me pasa más a nivel emocional, personal, mental… es la mentalidad.

Yo siempre, en este podcast, vuelvo a contar que el 90 % —o más— de los problemas de negocio, en realidad son problemas de mentalidad.

O al menos se empiezan a resolver desde ahí, desde la mentalidad.

—Pues por eso te invitaba. Porque en tu ponencia hablaste muchísimo de esto, de las emociones, que era el tema de tu charla: las emociones y cómo gestionarlas en este proceso de planificación.

Y me parece sumamente importante. Porque no somos máquinas. Somos personas.

Y no sé si tú piensas que, a los creativos, quizás nos pasa aún más esto de que las emociones interfieran en nuestros procesos. En los objetivos que nos planteamos. En nuestra planificación. ¿Cómo lo ves tú?

—Yo, que me considero creativa desde mi experiencia, sí que me siento… Es que no sé cómo decirlo… pero más cíclica, más conectada, más consciente de que no soy una maquinita.

Tengo flujos de energía. Hay momentos en los que me siento más comunicativa, hay momentos en los que —como ahora mismo— estoy en un punto donde me baja la información a lo bestia. Me digo: “¡Espera, espera!”. Estoy súper motivada, súper creativa, quiero comunicarlo todo, se me ocurren ideas en cualquier momento…

Pero también sé que dentro de unos días voy a querer meterme en una cueva. Y acepto que es así.

Me conozco. Volvemos al autoconocimiento. Y las personas que somos más sensibles, más creativas, más conectadas… Al final, la creación yo no la siento como algo individual o técnico. Para mí, la creatividad viene de estar enchufada a la vida, a algo más grande que nosotras.

Somos canalizadoras. No sé… Me estoy yendo a lo espiritual, pero yo lo siento así. Entonces, muchas veces, cuando estoy desconectada, apática, lo único que me puedo decir es: “Tu responsabilidad es volver a enchufarte”.

Volver a subir las antenitas. Volver a cargarte. Estar abierta para que los mensajes y la inspiración vuelvan a ti. Y tú estés lista para canalizarlos lo mejor posible. Esa es tu única responsabilidad: estar súper bien.

—Sí, estoy totalmente conectada con este mensaje. Siempre me lo digo: “Mi único trabajo es sentirme bien”. Porque cuando estamos bien, todo fluye.

Y cuando estamos mal… simplemente tener recursos, tener paciencia, y tener confianza. La confianza también es muy importante.

Esto yo no lo he aprendido de un día para otro. Pero este año —después de 37… no sé cuántos años tengo, 37— he aprendido que tengo que tener paciencia.

Soy una persona súper ansiosa, súper impaciente, me frustro muchísimo cuando veo que no tengo ganas de comunicar, que no tengo ganas de nada…

Porque al ser creativa parece que tengo que tener el chorro de la abundancia creativa todo el día encendido.

Pues no. Ahora me doy permiso para que no pase nada. Confía. Estos días te toca estar así. Y no te preocupes, porque dentro de tres días no te va a aguantar nadie. Vas a querer comunicar todo, vas a volver a estar inspirada, te vas a duchar y te van a brotar las ideas. Y tú misma te vas a abrumar. O sea, que no pasa absolutamente nada.

—Sí. Esa aceptación que ya has mencionado unas cuantas veces… es fundamental.

Y cuesta. Yo creo que va muy ligado a la autoexigencia. A la productividad. Porque planificación y productividad a veces se entremezclan. Y no.

—Por eso animo a todo el mundo a que vea el recurso de la planificación como una herramienta flexible.

Que tú tomas cuando la necesitas. La mantienes cuando la necesitas. Pero también la abandonas cuando la necesitas.

Es rendición, en esos momentos, en vez de autoexigencia. Responsabilidad, pero también rendición.

Porque al final el cuerpo, las sensaciones, te hablan y te piden. Y hay momentos en los que no puedes estar al cien por cien. Pues estás al cincuenta. Pues ya está.

—Sí, sí, sí. No pasa nada. Volverás a estar al cien por cien. Esa es la confianza que tienes que tener.

Sabes que estarás ahí. Paciencia. No somos maquinitas.

—Esto, cuando trazamos el plan en papel —o en Google, donde sea— ¡wow! Esto es lo primero que se nos olvida.

Por eso la flexibilidad es lo más importante.
Y también un poco de previsión, ¿no? De saber que, vale, en algún momento va a pasar esto.

Entonces, bueno, sea por ciclo menstrual o por otra razón, sabemos que después —por ejemplo— de un evento en Sevilla por todo lo alto, vamos a tener probablemente un poquito más de bajón…

O, al contrario, vamos a estar con mil ideas y no vamos a querer hacer lo habitual. Hay que prever.

—Y de ahí volvemos al paso número uno, que decimos que es el secreto: el autoconocimiento.

Si tú te conoces, si tú sabes que cuando haces X te pasa Y, preveemos. Ya te vas conociendo.

Ya sabes que no puedes saturar la agenda. Que hay cosas que te funcionan y otras que no.

Y, por ejemplo, uno de los tips que daba en la ponencia era que, simplemente, al lado de lo que te vayas a apuntar en tu agenda —de papel, Google Calendar, Notion, donde sea— pongas entre paréntesis la emoción que te genera eso.

Si tú estás apuntando “crear un podcast” y, durante seis meses, ha sido cada vez que apuntabas “grabar episodio con Fulanita del podcast”, ponías entre paréntesis: ganas, inspiración, nervios… lo que sea…

Si llega un momento en el que empiezas a notar que pone: frustración, pereza, cansancio, rechazo... simplemente estás siendo consciente. Y puedes tomar decisiones muchísimo antes.

Pero necesitas conocerte.

Porque también hay cosas que en la planificación no nos permitimos: cambiar de opinión.

Hay tanta gente obcecada… Yo, es verdad que cambio demasiado de opinión —o cambio más rápido que la media— porque soy súper consciente.

Y durante muchísimos años me he contado la historia negativa de que soy una niña caprichosa. Mi entorno también. Veían que: “Uy, ahora coge esto, y ahora lo suelta. Ahora quiere esto, ahora no lo quiere…”

Y yo lo tenía como algo súper lastrante. Que me hacía daño.

Hasta que dije: “No. Simplemente tomo decisiones más rápido que la media porque soy más consciente. Porque yo, donde me duele o donde no quiero estar, decido desplazarme, abandonar, tomar decisiones”.

Y ya está.

Y pasé un poco —voy a quedar de guay ahora mismo— pero pasé de ser “la niña caprichosa” a ser “una tía inteligente”.

Pues eso. Ya está. Me cambié la historia y punto. Ya no soy más “la niña caprichosa”.

—Sí, cuántas veces esto ayuda: cambiar la historia.
Frente a la misma situación, percibirla de otra manera… ¡wow!
Sí, me resuena un montón, evidentemente, conmigo.

Y, desde luego, creo que para mí es una de las razones por las cuales me costaría muchísimo —pero muchísimo— volver a trabajar por cuenta ajena.

Ya llevo diez años.
Y este diseño de vida que hemos creado, estos ajustes constantes, esta adaptación… me parece ahora un valor intocable.
No lo sacrificaría por ninguna nómina.

—¿Gigantesca?
—¡Gigantesca! No, no, no. Esto es demasiado. Creo que es la cosa que más me gusta de emprender: la libertad.
No sé cuál es la parte que tú prefieres de todo esto. ¿Cuál es tu parte favorita?

—El aprendizaje continuo.

De hecho, está en la lista de valores que tengo en Ten un puto Plan, por ejemplo.
Tienes que seleccionar tus valores, ¿no?
Y muchas de las palabras que hemos dicho aquí: flexibilidad, adaptabilidad, desarrollo personal y profesional, aprendizaje continuo...

Para mí, esos son mis valores.
Yo lo que quiero es aprender y compartir. Aprender, simplificar lo aprendido, estructurarlo, hacerlo súper gráfico y amable —con recursos— y compartirlo.

A mí lo que me hace ilusión es leer, aprender cosas nuevas.
Y por eso cambio tanto. Por eso, cuando algo ya no me… cuando ya he llegado a un techo de “ya lo he aprendido”, “ya lo he experimentado”, “ya lo he probado” y lo comparto con otras personas —que es cuando yo le encuentro sentido— si me lo quedo para mí, os prometo que no me sirve de nada.

Si no lo hago así, me siento… como que me muero. Me falta algo.
Así que cuando algo ya ha llegado a su techo, y ya no puedo aprender más de ahí, lo abandono. A otra cosa.

Así he sido siempre: mariposeando. Dispersa.

—Bueno, “dispersa”. Sí.
Me gusta que le hayas dado la vuelta al concepto y que ahora sea mucho más positivo.
Al concepto de dispersión.

Y sí, creo que es importante aprender constantemente.
A veces yo me quejo —entre comillas— de, no sé, de las lecciones vitales que me trae la vida.

Por ejemplo, estar de nuevo en ese agujero y pensar: “Venga, ¿por qué otra vez aquí?”.
Pero uno de mis valores también es seguir creciendo, seguir aprendiendo.

Y me digo: “Bueno, si lo que quieres es aprender y crecer… pues obvio que te tienen que pasar cosas”.
Porque si todo fuera rutinario y no pasara nada… tampoco vamos a evolucionar.

Entonces, bueno, a veces ayuda verlo así.

—A mí me gusta mucho una frase…
Bueno, me gusta mucho… no sé si me gusta, pero me la repito cuando estoy rota y refunfuñona (ríe).

Y es: “¿Qué aprendizaje me trae este momento?”.

¿Qué tengo que atravesar?
Como si llegases en el videojuego de la vida al monstruo, y dijeras: “Vale, si mato a este monstruo, ¿a qué pantalla nueva accedo?”.

¿Qué evolución consigo?

Y el otro día, en ese momento que te decía —cuando estaba rota, perdida, sin saber quién soy ni qué quiero— pensé:

“Es que yo necesito cada cierto tiempo llegar al suelo, volver a sentirme así, para crear desde ahí nuevos recursos.”

Porque Ten un puto Plan, todas las herramientas, todos los recursos, plantillas, lo que me invento, lo que creo…

Todo nace de mi propia experiencia de “¿cómo salgo yo de aquí?”, “¿qué me invento que me pueda ayudar?”, “¿qué me puede motivar?”, “¿cómo me reengancho?”.

Y luego lo comparto.

Entonces, si yo no vuelvo a estar en la mierda… no puedo enseñar cómo salir de la mierda.
Y cómo salir poniéndote colorines en el Google Calendar, o haciendo esto o lo otro, o con ejercicios gráficos para ayudar a la gente.

—Sí, esto me toca. Me toca atravesarlo.
Y ayuda pensar que es para algo más. No es solo para sufrir en el momento.

Yo recuerdo momentos así… Yo también funciono bastante igual, veo.
Cuando estoy en un momento muy bajo o me pasa algo —recuerdo hace muchos años ya— esas rondas de revisiones con clientes eternas, que decías:

“Es que no vamos a salir de esto. No voy a encontrar nunca la solución. Estoy sola. ¿Y quién la va a encontrar, si no soy yo?”

Entonces ahí, llorando con mi libreta, en plan: “Aprendizajes que saco de esta experiencia”. Para que al menos algo positivo salga.

Y eso me ayuda a volver a arrancar en lo positivo. En clave de: “Vale, sí, vamos a salir de esta”.

—Sí, porque si no, no salimos del victimismo.
Y en el victimismo entramos en una vibración súper bajita.
Y ahí… ahí no se mueve nada bueno.

Ahí es cuando nos toca responsabilizarnos. Que es la conversación que hemos tenido hace un rato.

Y tenemos que empezar a hacer lo que sabemos que nos va a volver a hacer levantar cabeza.

A mí, por ejemplo, en los últimos días, lo que me ha funcionado —y por eso tengo este color de cara ahora mismo, que estoy colorada como un tomate— es salir a correr.

He estado dos meses con una lesión de rodilla. Y yo soy una persona que necesita el deporte. Necesito el movimiento.

Me gusta correr. Bueno, me sienta bien correr. Lo de “gustar” es otra cosa.
Me gusta la sensación de después de correr.

Y sé que es algo que me hace bien, que me vuelve a elevar, que me vuelve a dar ganas, a subir la vibración.
Me reconecta.

Estos dos últimos meses he estado más apática, más frustrada, menos conectada.
Y eso ha afectado a toda mi parte laboral, el no moverme.

¿Qué pasa? Que me responsabilicé.
Y dije: “Ya está. Se acabó. Vuelves otra vez a empezar. Aunque te pese el culo, empiezas otra vez con lo mínimo de lo mínimo que puedas hacer con la rodilla todavía en rehabilitación”.

Y eso son cinco kilómetros.
Y eso es lo que estoy haciendo: salir a correr por las mañanas.

Llego como un jilguero (ríe), me asfixio… pero tengo mejor mood.

—Claro. Es que no somos mentes con patas. Necesitamos mover el cuerpo, necesitamos hacer algo.

Lo mismo que cuando planificamos. No somos máquinas.
Hay que ser consciente de que tampoco somos solo intelecto.
Y que hay muchas más facetas que cuidar.

—Bueno, me gustaría cotillearte un poquito sobre tus objetivos para este año.
¿Cuál es el objetivo más emocionante para ti ahora mismo?
¿Qué es lo que más te motiva?

—Esta pregunta es muy malvada. (Ríe)
Tú me dijiste: “¿Quieres que te adelante las preguntas?” y yo dije: “No, no hace falta”… Pues mira.

Lo que más ilusión me hace es que voy a reestructurar todos mis cimientos.

Se me han movido mucho en los últimos años.
Y desde que saqué Ten un Plan, hace casi cuatro años, he aprendido muchísimo.

He incorporado nuevas herramientas, nuevos recursos de planificación.

Y lo que voy a hacer es actualizar todo el curso de cara a septiembre.

Entonces, me voy a centrar en eso: en reestructurar de nuevo mi mensaje, en volver a poner toda la parte de autoconocimiento como mucho más práctica.
También actualizar toda la parte de Google Calendar, y todas las herramientas que explico: Asana, Notion, etc.

Y además creo que ese curso lo voy a trocear para que sea mucho más digerible.

—Sí, para que entre mejor.

—Sí. Y todos los que ya estéis dentro de Ten un Plan vais a tener acceso a esa actualización, aunque terminen siendo tres cursos.
Tendréis acceso a los tres.

Actualizados y mejorados. Para que sean más consumibles.

Y ahí me voy a centrar: en mejorarlo, actualizarlo, y volver a lanzarlo desde la nueva Noe.

—¡Claro! Es que como nos vamos actualizando…
También necesitamos actualizar nuestro negocio, nuestros recursos, nuestras formaciones.

—Totalmente. Y yo creo que también podrías incluir en tus valores —que seguro que ya está ahí— la generosidad.

Porque desde luego, los que ya lo tienen, se van a llevar un gran regalo. Un gran valor añadido.

—Bueno, me gusta acabar con una última pregunta, que no es puñetera, lo prometo.
Simplemente que a veces necesita un poco de tiempo.

Me gustaría que pienses en la Noe de hace unos años, cuando empezó a emprender, cuando lanzó esa tienda online…

¿Qué consejo le darías a esa versión de ti en ese momento?

—Vale. Siempre digo lo mismo, porque ha sido uno de los aprendizajes clave, más importantes, en mi vida como emprendedora.

Y es: aprender a pedir ayuda.

Yo he sido una persona que no sabía pedir ayuda.
Siempre he tenido ese puntito de soberbia de: “Como yo no lo hace nadie”, “Esto lo tengo que hacer todo yo sola”… y demás.

Y mi evolución, mi crecimiento, empezó cuando solté esa idea.

O sea, ni siquiera tuve que llegar al punto de: “No puedo con todo”.
Simplemente… contraté a Mina Barrio como fotógrafa de producto para Made With Love.

A Isa Macías, para que me hiciera la página web.
A mi hermana Yagil, que le delegué toda la parte de diseño gráfico de la marca.

Y al permitirme pedirles ayuda, al incorporar equipo, al dejar que cada profesional hiciera lo que sabía hacer bien —y no hacerlo todo yo—, ahí empezó mi crecimiento.

Y desde entonces, siempre que he necesitado escalar, me he permitido pedir ayuda a otros profesionales.
Y dejarme ayudar.

—Un gran consejo.
De verdad, me parece muy importante.
Sobre todo para los que lo queremos hacer todo nosotros…

Porque otras personas a lo mejor nos escuchan y piensan: “¿Esta tía está tonta? ¡Pero si es básico!”
Ya, pero no lo es para todos.

Y desde luego, para los creativos, que nos gusta tener control sobre los diferentes aspectos del negocio, de la comunicación… eso se traduce en que o no sale bien, o directamente no sale.

Así que sí, es un gran consejo.

—Total. Es un bloqueo.

—Sí. Y eso también se trabaja —una vez más— desde la mentalidad.
Porque todos me preguntan: “¿Cuándo es bueno empezar a delegar, a contratar gente?”

Y es que no va a haber un momento ideal.
Eso es como tener hijos.

—¡Exacto! Siempre y nunca. Cualquier momento y ninguno.
Eso lo decides tú.

—Sí.
Y de hecho, creo que estamos viviendo en una etapa donde es lo más fácil del mundo. Nos lo ponen muy fácil para subcontratar.

Ya no hace falta contratar a nadie con nómina, con seguros sociales, con toda la movida…
Hay perfiles profesionales multidisciplinares que hacen cosas muy específicas, que puedes contratar por horas.

¡Es un regalo!

—Sí, sí. No hay excusas, amigos.

Bueno, queridos oyentes, pues ya está.
Ya estamos llegando al final de la entrevista.

Muchísimas gracias, Noe.
Me ha encantado charlar contigo.
No te quiero quitar más tiempo, pero podría estar tranquilamente un rato más.

Y nada… bueno, a ver…
Yo creo que todo el mundo te conoce, pero dinos: ¿dónde pueden encontrarte? ¿En redes, en la web?

—Pues donde van a encontrar la información más actualizada posible —porque estoy siempre inventando, cambiando y experimentando— es en Instagram: @noe_gil_loef 

Y en la web melonblanc.com.
Porque —no lo he contado, pero lo doy por hecho siempre— pertenezco al estudio creativo Melon Blanc.

Y ahí vais a encontrar todas nuestras formaciones, los recursos que tengamos activos en ese momento…

Pero sobre todo en mi cuenta de Instagram.

—Muy bien. Pues ahí te seguiremos.
Muchas gracias de nuevo, Noe. Estamos en contacto. ¡Espero!

—Muchas gracias, Noe.
¡Adiós!


 
Noe, de Lunes School

Hola, soy Noe, diseñadora gráfica y mentora. Tras hacerme autónoma, me convertí en la peor jefa que había tenido, llegando al burnout y obsesionándome con crear un estudio de diseño con buenas condiciones de trabajo y proyectos emocionantes. Fue un punto de inflexión para Lunes Design, mi estudio de branding. Hoy, sé cómo pasar de ser diseñador-malabarista a un estudio de diseño exitoso y comparto mi metodología en Lunes School. Empieza con mi kit gratuito 5 atajos para crecer con tu estudio 🚀

Anterior
Anterior

Temporada 3 - Episodio 4: 4 cosas que debes dejar de hacer siendo diseñador (plan anti-burnout)

Siguiente
Siguiente

Temporada 3 - Episodio 2: Mi peor experiencia con un cliente de diseño (y lo que me enseño)